en las sierras de Merlo
Desde que vivo en medio del monte, no tengo internet instalado. Sin embargo, paso horas y horas conectada a las diversas redes sociales que abundan (aunque para mí no tanto, sólo Facebook, Instagram y WhatsApp). Trato de mantenerme actualizada sin que las ansiedades permeabilicen mi cuerpo como lo hacían en la ciudad. Leo y observo noticias, videos, reels, posteos, portales y demás formatos sobre muchos temas que pasan en la actualidad y que me gustaría profundizar. Pero luego divago y no termino escribiendo sobre nada, siguiendo que la vida se pase y que no logre escribir ni una sola línea interesante.
En las últimas
semanas los temas que más circundaron mis pensamientos fueron sobre la
migración, la agroecología y la int3ligencia 4rtifici4l. Escribo así con número
para que, precisamente, para no alimentar a ningún algoritmo. O al menos
intentarlo.
El primer tema
viene de la mano de una noticia muy trágica que pasó (y probablemente no mucha
gente se enteró) en la frontera de México – Estados Unidos. Por lo menos diez
inmigrantes mexicanos, detenidos y confinados en celdas, murieron calcinados
luego que se iniciara un fuego y los dejaran morir ahí dentro.
Desde hace años
podemos observar un gran flujo masivo de personas migrantes por todo el mundo,
y particularmente en Latinoamérica. Lo vimos con Venezuela, gente migrando
masivamente hacia Colombia por via terrestre o quienes tenían un billete más en
el bolsillo, a Argentina y Chile, y en el mejor de los casos acomodados, hacia
Estados Unidos y Europa. De todas maneras, esto nunca se detuvo. La violencia y
encrudecimiento de la cotidianeidad en muchos países latinos empujan hacia el
exilio y la migración a gran escala de muchas personas, en muchos casos, de
mujeres y niñxs. Es así también el caso de Honduras y la creciente violencia
institucional en el país. Lo curioso es que siento percibir que todas las
fronteras del mundo se están recrudeciendo poco a poco cada vez más. Aquellos
documentos que legitiman nacionalidades que a su vez están jerarquizadas entre mejores
y peores a veces no bastan para contentar al juez de turno que se encuentra en
aquel límite imaginario entre los territorios. Quizás nos acordemos también de
aquellos migrantes africanos (en su mayoría negros) que huían de sus
territorios devastados a través de mares y océanos, muchas veces hasta a nado.
Tal es la desesperación de una vida mejor que las opciones para alcanzarla son
muchas veces la vida o la muerte. Cómo olvidar la tan famosa foto de unx niñx
muertx en las playas europeas.
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