Todo está guardado en la memoria
Un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, dicen.
Hoy es 24 de marzo en todo el mundo. Pero esta fecha no resuena de la misma manera en todos lados. Acá en Brasil, donde me encuentro actualmente, el día transcurrirá como un día de lluvia más y ya. En Argentina, en simultáneo mientras yo estoy tipeando estas palabras, muchísima gente, miles y miles de personas salen a marchar por las calles y plazas de todo el país. Personas (que me atrevo a decir) la mayoría están física y emocionalmente cansadxs. Ya sea por alguna nueva endemia como tener dengue, o por sentir todos los días inevitablemente algo de angustia, tristeza, enojo, bronca por el contexto en el que toca vivir. Ayer hablando con mi tía me dijo "estoy yendo hoy 23 de marzo a una marcha vigilia por mañana 24 porque no me alcanza sólo con marchar el domingo. Estoy muy indignada con todo lo que está pasando".
Estar lejos de la Plaza de Mayo para estas fechas a mi me resulta bastante extraño. Una sensación insoportable en donde siento que debería estar haciendo algo importante invade la mayor parte de mi día. El año pasado tampoco estuve presente en el caos céntrico porteño, estaba en las sierras comechingonas disfrutando del ruido del río. La última plaza que marché fue en un contexto de semi-pandemia y la transité raramente. Era 2022 y el bicho no se había ido del todo, había muchas personas con barbijos todavía en las conglomeraciones de gente (yo y mi familia incluides). Recuerdo que fue un día con cielo gris y había una sensación extraña en el aire. El miedo al contagio seguía latente y no se podía "disfrutar" enteramente de marchar para seguir exigiendo memoria, verdad y justicia.
Haber estudiado 6 años de una licenciatura en ciencia política no me dio demasiadas herramientas laborales ni prácticas pero si me permitió ejercitar el cerebro con muchas teorías e ideologías enriquecedoras. Eso llevó a que mi decepción con la dirigencia política fuera muy grande y poder anticipar una catástrofe aún mayor en el porvenir. Migrar es un acto político en donde en definitiva unx termina priorizando el deseo y bienestar propio, buscando mejores oportunidades y calidad de vida en otros lados. 48 años atrás mucha gente migraba exiliada porque básicamente si seguía en el territorio donde estaban, los mat4ban, t0rturaban o d3saparecían. Y no quedaba otra. En mi caso, yo no migré por causas tan retorcidas y graves, pero sí migré para priorizar mi salud mental y física. Los últimos años en la ciudad de babilonia resultaron insoportables, disociando cada vez más en el cannabis para no caer en las opciones de medicación psiquiátrica. La hostilidad que percibía en cada centímetro de mi ser se tornaba invivible día a día.
La realidad resulta insoportable cuando ves como se repite una y otra vez y aunque mucha gente se esfuerce y empecine en romper ese bucle eterno, el loop parece seguir ahí intacto en muchos aspectos. Empezás a normalizar lo que no debería ser. Normalizas la violencia cotidiana, la hostilidad imperante en la sociedad, en los dirigentes políticos, en los códigos de convivencia. En las ciudades y en todas partes se observa como van borrando la identidad mientras construyen monstruos inmoviliarios iguales, berretas y para un puñado de gente rica que puede acceder a ellos. Se destruyen los recuerdos, se destruye la diversidad consigo. Normalizas vivir entre el ruido ensordecedor, normalizas que vos y tus amigxs estén con dolores insoportables en el cuerpo y en la cabeza. Se normaliza cargar con fatiga, con medicaciones y diagnósticos psiquiátricos, se normaliza vivir entre enfermedades, vacunas y desasociego.
Hoy escribía en un cuaderno que tengo mucha nostalgia de una Buenos Ayres y de una Argentina que ya no existen más. En portugués existe una palabra muy hermosa que no tiene traducción en otros idiomas y es saudade. Puede ser extrañar, pero su significado es mucho más que ello. Tengo mucha saudade de lo que ya fue y no volverá. Luego de la pandemia, creo que mucha gente aprendió a disfrutar del presente y no tanto de las proyecciones a futuro. Hoy donde estoy disfruto de estas tierras donde me encuentro, la naturaleza hermosa que me rodea y me protege, del agua que tengo cerca y que tanto anhelé cuando vivía entre la sequía monstruosa en las sierras. Disfruto de vivir.
Supongo que siempre habrá una parte de unx que también le habita en su identidad y que no podrá desprenderse tan fácilmente de las cosas que sintió, militó y vivió. Aunque te vayas a vivir a las costas de Brasil, tu cotidianeidad cambie radicalmente y el día a día se vuelva una realidad hermosa, una parte de tu corazón y cabeza siempre seguirán recorriendo nostálgicos esas calles, esos colectivos y música que escuchaste en las tierras que te vieron crecer. Y sentir como se te estruja un poco el pecho porque no estás ahí como tantas veces estuviste, al lado de tu familia y amigxs que si se quedaron. La memoria es eso que se ejercita también todos los días, para no olvidar de donde vengo, ni quién fui ni toda la gente que me acompañó y acompaña aún a la distancia. Para no olvidar la música que me acobijó cuando estaba triste y desolada en algún colectivo de la ciudad. No olvido de las historias que viví y no olvido cuanto pasó Argentina aún casi 50 años atrás. Aunque mucha gente esté empecinada en tergiversar, ocultar y guardar silencio ante cosas que realmente pasaron y no deberían repetirse. Siempre habrá otro puñado de personas que estaremos dispuestas a hablar en voz alta, en seguir escribiendo en cuadernos de papel y a recordar la historia, desde el lugar del mundo que nos toque habitar en ese momento. Por la memoria, la verdad y la justicia. Cuando veo y pienso en agrupaciones revolucionarias, siempre estarán primeras las abuelas y madres de plaza de mayo para recordarme que aún con un montón de miedo, ellas pusieron el cuerpo y salieron a las calles a reclamar por la vida de sus hijxs y nietxs. Por ellas y más, acá seguiremos ejercitando la cabeza y la memoria. Para no olvidar y para seguir para adelante resistiendo.
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